Licorice pizza

 Años después de la perturbadora pero al mismo tiempo tierna El Hilo Fantasma, Paul Thomas Anderson regresa con una historia juvenil y fresca, ambientada en los 70, llena de nostalgia que lleva el extraño título de Licorice Pizza o Pizza de Regaliz; según tenemos entendido se trata de una jerga para denominar a los discos de vinilo, muy populares en esa época (aunque ahora están regresando).

Para ello PT Anderson ha tomado la riesgosa apuesta de elegir a dos debutantes casi absolutos en el cine: la cantante Alana Haim para el rol de Alana y al hijo de uno de sus actores habituales ya fallecido Cooper Hoffman (hijo del gran Phillip Seymour Hoffman), quien interpreta a Gary Valentine.

El director ha explicado que quería dos rostros normales, cotidianos, casi anodinos para que le sea más fácil al público común identficarse con ellos y para que la historia tenga más realismo o calce mejor con sus memorias.

Ambos encarnan a un egresado de la High School que se recursea como niño actor y emprendedor de extraños negocios y a una chica que trabaja como asistente en una empresa de fotografía especializada en anuarios escolares.

Anderson sigue a sus protagonistas a través de sus idas y venidas, de sus encuentros con terceros, de sus múltiples esfuerzos por salir adelante, y lo hace básicamente a través de extensos travellings ya sean de acercamiento o alejamiento, frontales o laterales. Todo ello con una fotografía de tonos fríos, en los que predominan los azules y los falsos glares, para recordar al Color De Luxe de esos años.

No cuenta con una línea narrativa clara, porque la película está construida en base a pequeñas situaciones algunas muy extrañas, otras muy divertidas (son imperdibles las apariciones de Sean Penn y Bradley Cooper), que se van cerrando, a medida que avanza la vida de los personajes. Esto hace que la película sea impredecible y genere interés en el público para ver cómo termina la pareja protagonista.



Una película así no hubiera funcionado sin la química de la pareja protagonista, de la que todos los medios están hablando ahora, especialmente de Alana Haim. La arriesgada apuesta del realizador da sus frutos, no hay nada que hacer que no ha perdido su capacidad de observación.

No nos sorprendería que se lleve una estatuilla para mejor actriz, aunque la Academia no suele tomarse ya mucho los riesgos de premier novatos.

Concluyendo se trata de una película fresca, original y que deja un buen sabor al final. Algunos dirán que es muy ligera y es una obra menor de Anderson, pero la verdad que en estos tiempos, productos positivos y optimistas como éste se han vuelto muy necesarios.



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