Drive my car

En las listas de lo mejor del 2021 que elaboran los colegas, sobre todo en los que viven en el extranjero, empezó a repetirse con frecuencia un título, Drive my car, del director nipón Ryusuke Hamaguchi.

La película, basada en tres relatos del libro Hombres sin Mujeres de Haruki Murakami, se llevó el premio al mejor guion en el Festival de Cannes y desde entonces no ha dejado de cosechar elogios. Al principio nos parecieron exagerados, ahora creemos que es posible que se hayan quedado cortos.

El film sigue al actor y director teatral Yusuke Kafuku, quien tras la muerte de su esposa es contratado para dirigir en la ciudad Hiroshima una versión en múltiples idiomas de la obra de Chejov, Tío Vania, extrañamente relacionada con sus vivencias. 

Por obligación debe aceptar la asignación de una chofer para conducir su auto, un Saab rojo timón a la izquierda, de los años 80. Al principio se ve incomodado con esta imposición, pero luego se irá acostumbrando a la presencia de la introvertida joven, con quien desarrollará una relación especial.



De Hamaguchi habíamos visto ya La Rueda de la Fortuna y la Felicidad (premiada en el Festival de Berlín), una película original, donde destacan los diálogos, las relaciones humanas y sobre todo el azar, si bien es un buen film y existen similitudes, Drive my car es superior.

 Hamaguchi va articulando finamente las relaciones entre los personajes, a través de diálogos extensos que hacen recordar al mejor Rohmer (de fines de los 80), aunque él considera su referente más cercano a Víctor Erice, cineasta español en cuya obra econtramos retratos muy humanos.

Son estos diálogos que hacen avanzar las acciones y las que nos revelan los soprendentes giros de trama, que a veces sorprenden y a veces nos dejan sin aliento.

Para ello se vale de un cuerpo actoral bastante competente, pues nos hace parecer como naturales y cotidianas, consversaciones que obviamente han sido minuciosamente ensayadas.

Y la inclusión de escenas de Tío Vania es un gran acierto pues la obra complementa y amplifica la situación de los personajes, sobre todo en ese final, prácticamente imposible de borrar de nuestra memoria.

Hay que afirmar sin temores, que estamos ante una verdadera obra maestra, que debe llevarse al menos uno de los dos óscares a mejor película (mejor película y mejor film en idioma extranjero) a los que está nominada. Aunque si la Academia es realmente justa debería concederle ambos, pues difícilmente en este año veremos alguna película mejor que esta.

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