Belfast

Sir Kenneth Branagh es un actor y director norirlandés, que destacó en los 90 interpretando clásicos de Shakespeare como Enrique V, Otelo y Hamlet, pero que seguramente muchos recordarán por el rol de Gilderoy Lockhart en Harry Potter y la Cámara Secreta.

Después de trabajar con Disney dirigiendo Thor y la versión live action de La Cenicienta; y de encarnar a Henri Poirot en las nuevas adaptaciones de las novelas de Agatha Cristhie, Branagh regresa sorpresivamente con una película basada en su divertida pero difícil infancia en su natal Belfast, en los peores momentos del conflicto norirlandés en los años 60.

La película está contada bajo el punto de vista de Buddy (Jude Hill), un niño que a pesar de la pobreza de sus padres, crece feliz y tranquilo en su barrio obrero de Belfast, y su tiempo transcurre entre juegos, la alegría del primer amor y por supuesto su enorme afición al cine (cuyo mundo colorido siempre luce superior a su gris realidad).

Todo esto se va alterar repentinamente cuando un grupo de protestantes violentos tomen la cuadra e intenten echar por la fuerza a los católicos que allí vivían en relativa paz con sus vecinos protestantes. Estos momentos son mostrados por Branagh como detenidos en el tiempo o bastante ralentizados, para darnos una idea de lo difícil que era para Buddy asimilar esta violencia surgida aparentemente de la nada.



Belfast tiene un ritmo muy ágil, que se acentúa aún más con la música jazz y R&B de Van Morrison, llamado el león de Belfast cantante que fue muy exitoso en los 60 y 70's. Este ritmo exige al espectador a estar atento al avance veloz.

Si bien la película no tiene una línea narrativa clara, Branagh trasciende esos momentos gracias al enorme talento del elenco, no solo por el pequeño Jude Hill, sino también por Judi Dench, Ciaran Hinds (ambos nominados al Oscar), Caitriona Balfe (de Outlander) y hasta Jaime Dornan, quienes componen entrañables personajes, con los que es imposible estar indiferentes.

Y por supuesto, también aporta al resultado final, la acertada atmósfera de nostalgia de ese Belfast en blanco y negro, con el dulce acento de sus habitantes, quizá algo alejado del Belfast real, pero es el que permanece en la memoria y el corazón del gran Branagh.

Difícil que Belfast se lleve al Oscar a la mejor película, pero quizá si uno o dos de las estatuillas a las que está nominada, como mejor guion original.

 


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