Anatomía de una caída

Sandra Voyter es una exitosa escritora alemana que vive con su marido y su hijo en una solitaria casa en los Alpes. La película empieza con una entrevista que es interrumpida súbitamente por la reproducción a todo volumen de la versión instrumental de Pimp de 50 cent, que aparentemente su marido ha tocado a propósito.

Luego de despedir a la entrevistadora, Sandra regresa a su casa a tomar una siesta mientras su hijo Daniel sale a pasear con el perro. Al regresar el niño encuentra el cuerpo de su padre tirado en la nieve, con un reguero de sangre. Su madre se convierte así en la principal sospechosa de lo que a muchas luces parece ser un crimen.

Enseguida es acusada por la fiscalía de Grenoble y su fría y ambigua actitud, sus dificultades para expresarse en francés (con su familia se comunicaba siempre en inglés), y las reveladoras discusiones que el esposo dejó grabadas en audios, hacen que su condena parezca inevitable. De hecho los medios de comunicación y las redes sociales ya parecen tener un veredicto cuya confirmación solo parece cuestión de tiempo.

Justine Triet, quien ganó la Palma de Oro de Cannes del año pasado con este film, nos va mostrando a través de flashbacks (algunos de ellos fuera de campo) y a cuentagotas información desde distintos puntos de vista, para que vayamos armando el rompecabezas, aunque muchas veces esa información parece más desviarnos que llevarnos hacia la verdad. 



Triet se vale de un muy solvente reparto para sumergirnos en el desarrollo de un proceso que va tomando giros extraños. Destaca nítidamente la alemana Sandra Hüller como Sandra, Swan Arlaud, Antoine Renartz y el niño Milo Machado-Graner quien también sale airoso del desafío de encarnar al invidente hijo de la pareja.

Con referencias que van desde Anatomía de un Crimen de Otto Preminger (de la que toma mucho más que el título), pasando por dramas de Hitchcock, Bergman y del mismo cine francés (Le pull-over rouge de  Michel Drach, 1979) la directora construye un sólido drama judicial, que además de beber de las fuentes del cine clásico, es también una dura crítica a la sociedad actual.

En efecto, el mundo en que vivimos hoy donde una gran mayoría (sobre todo aquellos que se dedican a estar en redes socailes) parece centrado en juzgar y condenar, antes de tomarse la molestia de averiguar qué ha pasado realmente.

Con cuatro largometrajes en su haber, Justine Triet va confirmando las esperanzas que puso en ella hace unos diez años el crítico Stephane Delorme de la revista Cahiers du Cinema, cuando la consideró una revelación por su film  La Batalla de Solferino (2013). Merece llevarse al menos uno de los cuatro óscars a los que está nominada.

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