Spencer

 Los intentos de abordar la figura de Lady Diana Spencer, fallecida princesa de Gales, no han sido muy exitosos en el cine, tenemos allí las no muy recomendables Princess in Love (1996) de David Greene y Diana (2013) de Oliver Hirschbiegel interpretada por Naomi Watts, además de una larga serie de documentales.

Por eso existía mucha expectativa por ver este film del chileno Pablo Larraín, quien ya había abordado un biopic de una figura de relevancia anteriormente en Jackie, con una excelente interpretación de Natalie Portman, que estuvo nominada al Oscar que lamentablemente no ganó.

Ahora con Spencer Larraín regresa con un punto de partida parecido a Jackie: se centra solo en unos pocos días de la vida de la princesa, concretamente en la última navidad que ella pasó en el castillo de campo de Sandringham con la familia real, meses antes de su muerte.



Al igual que en Jackie, Larraín pone todo el peso de la película en la actriz principal, en este caso Kirsten Stewart, quien a pesar de no tener un físico muy similar a Diana, se mete de lleno en el personaje y brinda una más que notable performance.

Felizmente está acompañada de un muy buen reparto encabezado por Timothy Spall y Sally Hawkings, actores habituales del realizador Mike Leigh, quienes sostienen interesantes encuentros con Stewart. En cambio Jack Farthing como Carlos y Stella Gonet como la reina Isabel, no dan la talla, pero por suerte no tienen muchos momentos en el film.

Larraín aprovecha el guion de Steven Knight, el material de su personaje, y el talento de su actriz, para mostrarnos a un ser humano al límite de sus fuerzas, rodeada de un entorno que en su mayoría no la quiere y solo la mantiene por las apariencias. Es una mujer que a veces ya no distiningue los ensoñamientos de la realidad y a la que le cuesta mucho asumir sus deberes.

Pero también nos muestra su humanidad, su corazón de madre, en dos escenas clave con sus hijos, a quienes trata más como compañeros de juego que como vástagos y a los que está dispuesta a defender aun a costa de poner en riesgo su vida.

Además de la actuación de Stewart, quien tiene muchas posibilidades de llevarse el Oscar por este film, destacan en la película, la dirección de arte, el vestuario (esencial para transformar a la actriz en Diana) y sobre todo la música Jonny Greenwood, cuyas composiciones para cuerdas, en base a sonidos graves, ayudan a configurar la complicada atmósfera que rodea a Diana Spencer.

En suma un atractivo film, que funciona más como un retrato sicológico, que como documento biográfico y que significa un paso adelante en la carrera de Larraín, director chileno norteamericano quien va configurando una carrera interesante, con películas en distintos idiomas y distintos continentes.





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