La Familia Mitchel vs Las Máquinas

Esta fue una de las más gratas sorpresas presentadas por Netflix el año pasado y que compite por el Oscar a mejor película animada, se trata de La Familia Mitchel vs Las Máquinas, una película codirigida por Mike Rianda y Jeff Rowe, guionistas de la serie Gravity Falls, y producida por Phil Lord y Chris Miller, los creadores de Spiderman into the Spiderverse y Lluvia de Hamburguesas respectivamente.

La película cuenta la historia de Katie, una adolescente que acaba de ser admitida en la Escuela de Cine de sus sueños y el resto de su familia integrada por: Rick el padre que no comprende la elección profesional de su hija y no acepta que ya no es una niña, Aaron el hermano menor que es un hipertímido fanático de los dinosaurios, Linda una madre que parece tranquila pero que luego nos sorprenderá y Monchi, la aparentemente inútil mascota familiar.

Tras una discusión en la que Rick rompe la laptop de Katie, el padre no encuentra mejor solución para arreglar las cosas, que hacer un viaje familiar, en su vieja camioneta, manejando varios día para llevar a su hija a la universidad. Cuando Katie piensa que tendrá el viaje más aburrido de su vida, los Mitchell se encontarán con un apocalipsis robot, causado por una asistente tecnológica/sistema operativo (tipo Siri de Apple o Alexia de Amazon), salida de control.

Toda la humanidad ha sido capturada o diezmada por los robots y solo la disfuncional familia Mitchell queda como la última esperanza para los seres humanos.

Este argumento nos da la sensación de que estamos frente  a algo que ya hemos visto, y probablemente así lo sea, sin embargo la forma como Mike Rianda nos cuenta la historia, sí es novedosa y nos engancha de inmediato.

En primer lugar por unos personajes muy bien diseñados, cuyo atractivo principal es justamente sus imperfecciones, por lo que es muy fácil identificarse con ellos. Pero además de su atractivo y profundidad, son personajes que reaccionan ante las circunstancias y aprenden a transformarse para vencer la dificultades, a veces con resultados sorprendentes. La calidad de la elaboración de estos personajes nos hacen recordar al Pixar de los primeros años.



En segundo lugar está el estilo de animación una mezcla de trazos de tira cómica de diario de mediados del siglo XX, mezclados con colorizaciones y volúmenes de la década actual, que producen una rara combinación que es graciosa y creíble a la vez. Si a esto añadimos las notas, pantallas de celular, los cortos de Katie, los reels de redes sociales y demás agregados, estamos frente a una película que no desprecia ningún recurso visual, y que además los sabe emplear bien.

Luego está el buen humor de la cinta, repleta de gags que se suceden unos a otros con gran rapidez y también con momentos más serios o sentimentales, que emocionan por verse sumamente sinceros, sin caer jamás en lo melodramático o empalagoso.

Finalmente está la feroz crítica a la tecnología de nuestro tiempo, que nos mantiene incomunicados y a las grandes empresas tecnológicas que están detrás, las cuales en su afán de hacer dinero, no les interesa perjudicar a la humanidad.

En suma una película que lo tiene todo, que no aburre a pesar de sus casi dos horas de animación y a la que si la Acadmia actúa con justicia debería otorgarle sin pensarlo mucho el Oscar, a pesar de la lucha desigual que los Mitchel tienen contra la empresa de Mickey Mouse, que tiene tres nominadas.

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