The Irishman

En principio The Irisman  parecería ser otra de las conocidas miradas a la mafia de Martin Scorsese como Mean Streets, Goodfellas o Casino, con las que comparte algunas características, especialmente con las dos últimas, pero pronto nos damos cuenta que esto es solo apariencia.
Para empezar The Irishman no se centra en los capos o jefes de la mafia, es la historia de un peón, de un soldado encargado del trabajo sucio, ese que normalmente tiene pocos minutos en este tipo de historias.
Luego tenemos el tono, The Irishman es una elegía, o mejor dicho un réquiem y a pesar de los minutos iniciales con colores y música alegres, las cosas se van poniendo más grises a medida que avanza el film hasta llegar al final inevitable. Este tono se ve acentuando cuando vemos llegar la decadencia de los personajes en su día a día, en sus acciones cotidianas, las cuales los pintan más como seres humanos que como los sanguinarios monstruos de los otros films.
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Otro punto que parecía tener en común con Casino o Goodfellas, la narración en diversas líneas de tiempo, pero en The Irishman estas líneas narrativas, están más organizadas como una muñeca rusa (matroshka), como historias contenidas dentro de otras historias más grandes.
Contando la historia de Frank Sheeran, Scorsese nos muestra algunos de los hechos más resaltantes de la historia norteamericana del último fin de siglo, y se centra especialmente en uno de los misterios más grandes del crimen norteamericano: la desaparición de Jimmy Hoffa, presidente del poderoso sindicato de camioneros norteamericano, que tuvo relaciones con la mafia y no siempre fueron cordiales.
Para ello se vale de un gran reparto en el que no solo los principales brillan (grande Joe Pesci), sino también el extenso elenco secundario, esto a pesar que algunos de ellos tienen muy pocos minutos en el film (como Harvey Keitel).
Es notable también la fotografía, la música, la reconstrucción de época y sobre todo la edición, la cual dota a la cinta de un ritmo adecuado que hace que su larga duración no se sienta para nada (a pesar de lo que digan algunos).
En resumen Scorsese no ha hecho otra película más sobre mafiosos, ha hecho una película que en muchos sentidos puede ser considerada como la última gran película de la mafia: filmada en un estilo clásico que casi nadie usa ahora, empleado adrede para que se relacione este film, con otros grandes trabajos del género.
Si alguien tiene dudas al respecto basta ver el final, que contiene una alusión directa a El Padrino (The Godfather 1972) de Coppola, en la que Sheeran pide a su visita que le deje la puerta abierta, la misma que los secuaces de Michael Corleone le cerraron en la cara a Kay, mientras sonaban las últimas notas del vals de Nino Rota, antes de dar paso a los créditos.

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