El Castillo de la Pureza

 La obra del maestro mexicano Arturo Ripstein,  según comentaba Isaac León Frías en la revista La Gran Ilusión, se ha visto en su mayoría en Lima (no ha sido así en provincias), desde los años 70 cuando todavía existía Peli Mex, la mítica distribuidora  que desapareció una década después, hasta los 90 cuando se estrenó en diversas muestras y festivales.

Sin embargo se trata todavía de un gran desconocido para la mayoría del público peruano, especialmente para las nuevas generaciones a quienes sus títulos les sonarán pintorescos y extraños. Felizmente eso parece estar cambiando ahora, plataformas de streaming como Filmin, y Mubi, han adquirido sus títulos más representativos en copias de una calidad bastante aceptable y los están dando a conocer.

Justo uno de los primeros títulos en aparecer ha sido El Castillo de la Pureza (1972), una obra que muchos relacionarán con Canino (Kynodontas, 2009) de Yorgos Lanthimos, pero que se basa en un hecho real que acaeció en los años 50, en el Distrito Federal, la capital mexicana.

En un entorno permanentemente lluvioso, en una antigua casona de muros descoloridos, mobiliario muy usado y un patio que cobija un volkswagen que ya no funciona, habita Gabriel Lima, su esposa Beatriz y sus hijos a quienes han puesto nombres muy particulares: Porvenir, Utopía y Voluntad, todo esto es ya un indicativo de que no son una familia muy normal.



Esa sensación se confirma minutos después cuando vemos el negocio familiar: se trata de una fábrica de veneno para ratas en la que el padre y sus hijos participan manipulando sustancias peligrosas como si fuera lo más natural. Luego nos damos cuenta que el padre mantiene encerrados a todos casi toda su vida para evitar que el mundo corrupto y decadente del exterior "contamine" a su familia.

El único que puede salir es don Gabriel, quien sale siempre con su maleta a ofrecer y vender sus productos a diversos locales del centro de la ciudad (producto que por cierto, cada vez se vende menos), donde poco a poco nos vamos dando cuenta que el señor Lima está bastante lejos de la moral que él dice imponer en su casa.

Adentro la atmósfera que se respira es cada vez más complicada: los hijos mayores están creciendo y además de enfrentar la autoridad del padre, empiezan a descubrir por ellos mismos los temas que no les enseñan y la madre también empieza a dudar sobre si seguir siendo leal a su esposo o proteger a sus hijos de los castigos cada vez más severos e injustos que les impone.

Es digno de descatar el gran trabajo del elenco tanto de la pareja protagónica Claudio Brook (habitual de Luis Buñuel) y Rita Macedo, como sus hijos Arturo Beristaraín, una jovencísima Diana Bracho y la entonces niña Gladys Bermejo. Sobre ellos recae gran parte del peso del film.

Ripstein además, acierta en crear un microcosmos, habitado por seres marginales y anormales atrapados en lugares abandonados y decadentes, de los que es prácticamente imposible escapar, y se vale para ello de un buen trabajo de dirección artística que aprovecha muy bien los recursos con los que cuentan y una fotografía en la que predomina el plano secuencia para transmtir la sensación de enclaustramiento de vivir en esa casona venida a menos.

Ya en esta película se muestran los caminos en los que más adelante se internaría el realizador mexicano los cuales no solo lo han llevado a la consagración en su país, sino también internacionalmente. Así que hay que aprovechar esta interesante muestra de sus filmes ahora  a nuestro alcance para descubrir (o redescubrir según sea el caso), a uno de los autores más interesantes del cine latinoamericano.

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