La Mejor Película del 2010
Inception: La Nueva Matrix
Mientras llega la crítica de la mejor del 2011, aquí este artículo de la mejor del 2010.
Hace 11 años un par de
hermanos que estaban dando sus primeros pasos en el cine, Andy y Larry
Wachowsky sorprendieron al mundo con Matrix, una película que no sólo
revolucionó el arte de los efectos especiales, sino que originó múltiples
lecturas y debates por sus contenidos mezcla de filosofía oriental, ideología
ciberpunk y elementos cristianos, que si
bien casi desaparecieron luego en las dos secuelas siguientes, la catapultaron
a la categoría de film de culto, digna de aparecer en cualquier lista de
mejores películas.
Hoy, Christopher Nolan nos ha
traído un producto similar, que destaca no solamente por la fuerza de sus
imágenes, sino porque igualmente nos ofrece múltiples lecturas, con una obra
compleja que está ya dando mucho que hablar.
Nolan (Londres, 1970) nacido
en las canteras del cine Independiente, ha dado desde siempre muestras de ser
un autor en todo el sentido de la palabra, desde sus trabajos iniciales Following y Memento, fuera del mainstream cuando tenía el control absoluto de
sus obras, hasta las dos últimas Batman, la cuales a pesar de haberse hecho
dentro de la industria, dejan ver en ellas la impronta personal del realizador.
Esta vez ha conseguido llevar
a la pantalla grande un proyecto que él había venido acariciando desde hace
tiempo y que por distintas razones no había logrado concretar. Se trata de Inception (traducida en nuestras salas
como El Origen, pero a la que también
podría habérsele dado el sentido más adecuado de Implantación), película donde
nos narra la historia de Cobb, un “extractor”, una curiosa profesión de un
futuro no lejano, que no es del todo legal, y que consiste en introducirse en
los sueños de ciertas personas, para robar de su subconsciente los secretos
mejor guardados y venderlos al mejor postor, una especie de espionaje
industrial, pero mucho más sofisticado.
Para ello necesita de
colaboradores: un “arquitecto” que diseñe los sueños, un vigilante que se
encargue que todo esté bajo control y de
despertarlos desde dentro del sueño, cuando sea necesario, utilizando un
recurso llamado “la patada”. Necesita además un instrumento llamado Totem, que
es cualquier objeto conocido por el soñador, y que al recurrir a él, le
confirma si el sueño terminó o si todavía está dentro de él.
Después de un intento fallido
de robo con un industrial japonés, Cobb es reclutado por esta misma persona
para que haga un trabajo prácticamente opuesto: implantar en la mente de un
competidor una idea que lo haga desistir de convertirse en un monopolio que
prácticamente controlaría todo el mundo. Cobb al principio se niega, pero luego
Saíto le hace una propuesta que no puede rechazar: si consigue la implantación
arreglará su situación judicial en Estados Unidos y podrá nuevamente volver a
su país a ver a sus hijos.
Para esta misión Cobb necesita
nuevos miembros para su equipo: Eames, un imitador (Tom Hardy) alguien que
tiene la capacidad de adquirir la apariencia de cualquier conocido del soñador,
un químico llamado Yusuf, que fabrique un poderoso fármaco que induzca al
durmiente en un sueño profundo (Dileep
Rao) y Ariadne, una nueva arquitecta (Ellen Page) para reemplazar al que falló
en la misión anterior.
De todos ellos Ariadne
recomendada por un maestro de Cobb (Michael Caine) tendrá un rol ascendente en
la cinta, reclutada en el último intento, es una estudiante de gran habilidad,
que aprende muy rápido, incluso más de la cuenta ya que descubre los secretos
más íntimos de Cobb, algunos de los cuales podrían poner en peligro la nueva
misión.
Para contarnos tan compleja
historia, Nolan se vale tanto de esclarecedores diálogos de los
personajes, como de poderosas imágenes y
acciones, de tal forma que si uno no entiende lo que dijeron en los diálogos,
lo captamos luego en las acciones desarrolladas a continuación. Todo esto con
un ritmo intenso, con escenas de discurrir muy fluido, gracias a una cámara que
se mueve con agilidad y que se mete por los lugares de más difícil acceso,
especialmente en las escenas de tiroteos y persecuciones.
Nolan recurre a interesantes
golpes de efecto, para sorprender y mantener la atención del público, como por
ejemplo jugar con la alternancia de los sueños y la realidad (a veces no
sabemos bien donde están los personajes) o complicar la estructura narrativa en
sucesivas vuelta de tuerca (un sueño dentro de un sueño, dentro a su vez de
otro sueño, en tres subniveles).
La película se mueve en muchos
niveles y funciona en todos ellos. En la capa más superficial se aprecia como
una cinta de acción, filmada con lo último en efectos especiales y con un ritmo
trepidante que no da respiro al espectador. En otro nivel tenemos un drama
personal, el de Cobb quien no puede superar un pasado tormentoso, del que ha
heredado un fuerte sentimiento de culpa que cada vez con mayor fuerza, va
lastrando sus acciones presentes. Finalmente es una apasionante descripción del
mundo de los sueños, con su irracionalidad, su fantasía y sus reglas
particulares, aunque en este caso sean las reglas que Nolan nos presenta para
este mundo.
Podemos reconocer en esta historia las fuentes
de las que ha bebido Nolan, tenemos para empezar un referente que recién
empieza a hacerse conocido debido a la muerte de su director: el ánime Paprika
de Satoshi Kon, en la cual los personajes pueden también entrar a los sueños de
otros, aunque aquí es gracias a un invento, más que por la habilidad de los
individuos.
Luego está la Matrix de los
Wachowsky, el mundo de los sueños de Nolan y la forma como conectarse a él, tienen
cierta relación con el falso universo de la Matrix, y en el modo como el
maestro Cobb enseña a su discípula Ariadne, nos hace recordar el aprendizaje de
Neo con Morfeo.
Otro referente importante, es
sin lugar a dudas Solaris de
Tarkovsky, especialmente en la relación de Cobb con Mal, la vívida proyección
que él mismo ha creado de su esposa debido a su gran sentido de culpa, que nos
hace recordar a Hari, la esposa del Dr. Kelvin, que también tiene vida propia,
creada en parte por el hondo sentido de culpa de éste.
El descenso a los submundos
más profundos de su subconsciente de Cobb, para tratar de liberarse de Mal, es
un equivalente del descenso a los infiernos del mito de Orfeo, con la
diferencia que aquí existe la figura de una liberadora, Ariadne, nombre que no
por nada nos remite al mito de Teseo y el Minotauro, concretamente en lo
referente al hilo de Ariadna, como la llave para encontrar una salida y aquí el
personaje homónimo tendrá un rol similar.
Si seguimos buscando
encontraremos seguramente más fuentes, pero lo importante es que Nolan las ha
sabido unir y recrear para dar como resultado una historia apasionante y
atractiva.
Para hacer esta película,
Nolan ha logrado reunir a un reparto envidiable -casi perfecto por la forma
como se apoyan entre sí- encabezado por Leonardo Di Caprio quien luce cada vez
más cuajado y convincente en sus últimas interpretaciones y aquí interpreta con
solidez a Cobb un un hombre muy hábil en lo suyo, pero a la vez atormentado por
la culpa de una acción que no ha logrado superar. Di Caprio aporta al personaje
todos los matices de su difícil situación lo cual hace que el personaje sea
sumamente creíble al espectador.
Luego tenemos a Ellen Page la
recordada protagonista de Juno, quien
termina por confirmar que es más que una promesa de actriz, especialmente
porque este es el personaje que más evoluciona en la película: de la tímida y
algo insegura aprendiz a convertirse luego en la confidente de Cobb hasta luego
convertirse en la clave para liberarlo de su pasado.
Mención aparte merece la
francesa Marion Cotillard, nominada al Oscar por su rol de Edith Piaf en La Vie
en Rose (no en vano uno de los temas de esta película, Ne vale rien, se emplea
continuamente en esta película), la cual da vida a uno de los personajes más
enigmáticos del film, Mal la fallecida esposa de Cobb, quien se aparece
constantemente en los sueños de Cobb y muchas veces como un espectro
incontrolable.
Junto a ellos un equipo de
secundarios más que cumplidores: Ken Watanabe como Saíto el misteriosos nuevo
cliente de Cobb, Cillian Murphy como Fisher la víctima-villano, Tom Berenger un
actor no siempre bien aprovechado en el rol de Peter el tío de Fisher, Joseph
Gordon-Levitt quien parece dejar ya sus papeles de adolescente para asumir
roles más serios y con ellos los secundarios Tom Hard y Dileep Rao, quienes
también encarnan con dignidad a sus personajes.
A pesar de su extenso metraje
el ritmo y el interés nunca decaen y se vuelven particularmente intensos en la
última hora, cuando se desarrollan las tres líneas de acción que avanzan de
manera paralela pero no de manera simultánea, ya que cada una de estas líneas
representa un distinto nivel de sueño, con sus propios tiempos (más rápidos los
superficiales y más lentos los profundos) ya que los segundos en un primer
nivel pueden ser años en el tercero. Aquí Nolan nos da una lección de lo que es
el tempo cinematográfico, con una precisión muy pocas veces vista en el cine.
Esta intensidad se ve hasta el
último fotograma, cuando Cobb deja su trompo-totem, dando vueltas en la mesa,
para convencerse de que no está soñando y un fundido en negro no nos permite
saber la conclusión.
Nolan no sólo ha hecho la
mejor película del año, sino que ha logrado la mejor película de su carrera.
Hasta nos atreveríamos a decir que es una obra maestra, aunque quizá hagan
falta algún tiempo para demostrarlo.
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