John & Gena

 Al terminar el ciclo programado por el Cine Club de la Escuela de Comunicación de la Usat dedicado a John Cassavetes, lo primero que reparamos es en la indesligable relación entre él y su esposa durante su corta vida, la actriz Gena Rowlands, protagonista de la mayoría de sus largometrajes.

Justamente los 4 largos que se proyectaron tienen como eje a la gran Gena, quien se luce junto a la habitual troupe de actores que acompañaban a Cassavetes, entre los que estaban sus amigos Peter Falk, Seymour Kassel, Ben Gazzara entre otros, quienes justo por ser sus amigos, jamás recibieron un pago por su trabajo en estas películas.

En la primera película que vimos Faces (1962), Cassavetes mantiene el estilo rompedor y vanguardista que había mostrado antes en Shadows (1959), filmada también en blanco y negro, con una nerviosa cámara en mano, ultrainvasiva, que la mayor parte del tiempo está encuandrando primeros planos (de allí el "faces" del título) y que cuenta la historia de dos infidelidades en paralelo, una de las cuales acaba mal, aunque pudo ser peor. La Rowlands encarna aquí a una secretaria que termina convertida en amante.

La siguiente película fue Minnie & Moskowitz (1971), una love story muy al estilo Cassavetes, la pareja del título no pudo ser más dispareja: culta y educada ella, y tosco y rudo él, quien pareciera que la única forma que tiene de relacionarse con las mujeres es con jalones, apretones y peleas con los hombres que la rodean. todo indica que esta relación está destinada al fracaso, pero no, el final feliz parece indicar que siguieron juntos un buen tiempo.

Minnie & Moskowitz parece ser un retrato no muy exagerado de la misma relación entre John y Gena, quienes siempre estaban discutiendo y yéndose a los golpes, pero que estuvieron siempre juntos.

La siguiente película A Woman Under the Influence (1974), fue la más exigente de todas. Es la historia de Mabel, una ama de casa que debe cuidar de tres hijos muy inquietos, casi siempre sola, pues su esposo trabaja de obrero de construcción, lejos de la ciudad. Esta vida llena de caos, deberes y soledad empieza a pasarle factura y su comportamiento se vuelve cada vez más extravagante y errático, por lo que su esposo decide internarla en un siquiátrico.

Una vez que Mabel desaparece de escena por un tiempo, empezamos a darnos cuenta que los personajes y la realidad que la rodean no parecen tampoco ser muy cuerdos, y eso se evidencia más en la fiesta de regreso de Mabel, cuando vemos a  sus familiares pelearse para ver quien es el más desquiciado de todos. Al igual que en el film anterior, el final feliz parece más una advertencia de un futuro difícil, que un final como tal. La Rowlands hace acá un verdadero tour de force, con un rostro que es capaz de mostrar mil gestos, una voz rica en tonalidades e inflexiones y un lenguaje corporal que nos mete de cabeza en su trastorno.



Y finalmente vimos Gloria (1980), la película que Cassavetes no quería dirigir ya que solo pensaba vender el guion y así tener dinero para hacer su siguiente proyecto.Es por esta razón que en apariencia (solo en apariencia), Gloria es la más convencional de todas las del ciclo. En esta ocasión la Rowlands encarna a la amante de una criminal quien debe hacerse cargo del hijo pequeño de su vecina, cuya familia ha sido masacrada por la mafia.

Esta relación entre el niño y la mujer madura, que por momentos hace recordar a la que más adelante tendrían Jean Reno y Natalie Portman en El Profesional (Leon, 2004 de Luc Besson), es el punto sobre el que gira la historia, por mucho que las persecuciones y disparos sean cada vez más espectaculares. 

La película podría ser una película de acción más, pero es así porque Cassavetes a pesar de contenerse, siempre coloca por allí algún punto de vista de diferente, un acción inesperada de tal o cual personaje, y unos diálogos ingeniosos y graciosos que siempre sorprenden. Además, por supuesto, está el gran trabajo de la Rowlands, quien da gran credibilidad a un personaje muy humano, alguien quien realmente no es una vulgar matona como podría parecer, sino una mujer decidida, empujada a actuar como lo hace por unas circunstancias muy difíciles.

Con cualquier otra actriz (preguntenle a Sharon Stone) esos matices se hubieran perdido y la película hubiera sido una más del montón. El cierre de su aparición en el film, descendiendo de un vehículo, demuestran cuánto la amaba la cámara. 

En suma un ciclo sumamente interesante, que nos permite acercarnos a la obra de un realizador y su musa, una relación fructífera pocas veces vista en el cine, que no suele estar disponible ni en los medios, ni en las plataformas y que si bien al inicio puede parecer difícil de asimilar, es un gran aporte al cine. 


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