La Mejor Película del 2011


Midnight in Paris

Un crítico español decía no hace mucho que “el problema de Woody Allen consistía en que cree que debe hacer una película por año”, y parece tener razón:  luego de iniciar su etapa europea de manera brillante con Match Point (2005), ninguna de las películas que le siguieron desde Scoop (2006) hasta You will meet a dark tall stranger (2010) alcanzaron el nivel de ésta, y hasta temíamos que el maestro había perdido la habilidad para sorprendernos.
 Felizmente no ha sido así, este 2011 hizo que hasta los menos entusiastas críticos coincidieran en que su Midnight in Paris, era una de sus obras mayores, y nosotros agregaríamos: comparable solo a sus mejores comedias como Purple Rose of Cairo (1985), Bullets Over Broadway (1994) o Annie Hall (1977).
Medianoche en París, nos cuenta la historia de Guy Penner  un guionista de Hollywood, quien aprovecha un viaje a París de sus futuros suegros, para viajar con su novia Inez y buscar en esa ciudad la inspiración que la permita completar su primera novela.
Desde el comienzo nos damos cuenta que algo en la relación entre ambos no va, que Inez es demasiado materialista y conservadora para entender a Guy, y que además siente una admiración desmedida por el pedante esposo de una amiga. Guy se va dando cuenta que no encaja en ese mundo y en una de esas situaciones que busca escaparse y reflexionar, se encuentra de pronto en la soledad de una calle, del barrio latino de París con un auto antiguo, cuyos pasajeros amablemente le invitan a una fiesta.
Allí es cuando se da cuenta que sus anfitriones son nada menos que Scott y Elda Fitzgerald y el pianista en la fiesta es el gran músico Cole Porter, sin saber cómo ha viajado a los años 20.  Luego conocerá al gran Ernest Hemingway con quien tiene un ingenioso diálogo sobre la honestidad del artista, que es uno de los mejores que hemos visto en mucho tiempo en un film de Allen.
Después de esta experiencia Guy regresa varias noches al mismo punto, y cada día conoce a gente diferente: Gertrude Stein (quien se ofrece amablemente a  revisar el borrador de su novela), Pablo Picasso, Luis Buñuel, Salvador Dalí, el torero Belmonte, y hasta la que podría ser su verdadero amor: Adriana, la equivalente a una groupie de nuestros días.
Todos estos encuentros dan pie a varias situaciones cómicas, y algunos podrían pensar de que se trata de una comedia ligera, pero en realidad, como en muchas buenas películas de Allen, Midnight in Paris admite muchas lecturas: el valor de una obra de arte, el artista y su relación con el mundo, el temor a iniciar una nueva etapa en la vida, el peligro de ilusionarse con el pasado y hasta una feroz crítica al snobismo y miopía política de cierta clase norteamericana, causante de muchos de sus problemas.
Allen filma con maestría todas las escenas,  y hace una clara distinción en las que ocurren en el presente, mayormente en exteriores y de día con una fuerte iluminación natural, de las que ocurren en el idílico pasado de Penner, con interiores y exteriores bellamente iluminados con luz cálida, que crean una atmósfera suave, mágica, muy parecida a la que vimos por ejemplo en Radio Days (1987).
En cuanto al reparto, Allen siempre ha sabido sacarle el jugo a sus intérpretes y esta vez no ha sido la excepción: desde un Owen Wilson sorprendemente parecido a Allen (hay un plano a contraluz en la que hasta se para igual que el maestro), pasando por una encantadora Marion Cotillard, o los antipáticos personajes que componen Rachel Mc Adams y Michael Sheen o hasta los breves, pero decisivos roles que tienen por ejemplo Carla Bruni como la guía turística o Kathy Bates como Gertrude Stein. Incluso la brevísima escena en que aparece Adrien Brody recreando a Salvador Dalí, está genial.
Incluso el final, sin llegar a ser un típico happy end o un final muy duro como el de La Rosa Púrpura de El Caro, es perfecto para redondear la película y que captemos el mensaje: no podemos abandonar la realidad, pero la podemos mejorar.
Midnight in París, es un canto de amor de un cineasta a la ciudad que ama y a la que ha querido rendir homenaje desde hace mucho (¿recuerdan la famosa frase de Hollywood Ending (2002) “gracias a Dios que existen los franceses”?), es casi seguro que Allen ha estado filmando esta película en su mente desde hace mucho, recién ahora ha podido lograrlo y lo ha hecho encantado.
Ojalá en el futuro Allen nos tenga preparadas más sorpresas como esta.

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