La Chica de la Aguja

 Magnus Von Horn es un director sueco, pero que estudió e inició su carera en Polonia, país del cual también tiene la nacionalidad. Tras sufrir un atroz asalto en Varsovia, ni bien llegó a la ciudad, se interesó en narrar historias de personajes violentos y sus motivaciones.

La Chica de la Aguja (Pigen med nalen, 2024) no es la excepción. Ambientada en la Copenhague de 1918, relata la historia de Karoline una muchacha que vive en la miseria y que es arrojada del cuarto en que habita porque no puede pagar el alquiler. Hace tiempo que no tiene noticias de su esposo que está peleando la primera guerra mundial y por ello al solicitar pensión de viudez en la fábrica donde trabaja, le es denegada.

Sin embargo tiene un romance con Jorgen el dueño de la empresa, de la que queda embarazada. Está muy esperanzada con casarse (eso le dice a su marido mientra lo echa de su casa, luego de que aparece desfigurado), pero la madre del señor Jorgen no quiere saber nada con ella y la echa. Sin tener donde ir intenta interrumpir el embarazo con una aguja (de allí el título), pero conoce a una señora que le ofrece su ayuda para dar en adopción a su hija y luego le da trabajo y cobijo en su casa. Hasta aquí parece haber encontrado la tranquilidad, pero la amable señora de nombre Dagmar oculta un terrible secreto.

Lo primero que llama la atención en esta película es la hermosísima fotografía en blanco y negro del polaco Michal Dymek, quien ya había dado muestras de su arte en Cold War (2018). Usando mayormente focales largas, prácticamente cada encuadre es una obra de arte, tanto por su composición clásica como por su iluminación.



Esto se complementa con la dirección de arte de Jagna Dobesz, quien ha hecho un magnífico trabajo reconstruyendo en Polonia el Copenhague de comienzos de siglo XX, con un gran nivel de detalle. Y por supuesto también con la música de Frederikke Hoffmeier, que subraya los momentos dramáticos o incrementa lo tenebroso de algunas atmósferas solo con algunos acordes.

Por supuesto, no hay que ignorar el trabajo del realizador. Von Horn narra con soltura y agilidad esta historia que primero parece encaminarse hacia la tragedia, luego hacia el drama romántico para finalmente adentrarse en los terrenos del thriller. Los continuos y bien estudiados giros de la historia, hacen que se vuelva impredecible y mantenga el interés del espectador.

Algunos lo acusan de regodearse en la miseria material y humana que se ve en el film, pero no es así: Von Horn solo es destallista, muestra una realidad lo más próxima posible a una época muy dura, donde hubo hambruna y muerte y además muestra a sus personajes sin juzgarlos.

Para ello obviamente tiene una gran ayuda del dúo protagonista: Vic Carmen Sonne, tiene un rostro muy expresivo que revela ampliamente las penurias físicas y mentales que le ocurren a Karoline. Y claro, la experimentada Tryne Dylrholm compone magistralmente a un personaje que encajaría muy bien la teoría sobre la "banalidad del mal" que desarrolló la filósofa alemana Hannah Arendt.

Concluyendo, se trata de un trabajo muy bien hecho, digno de verse pero que la tiene complicada en los próximos oscar a mejor film en idioma extranjera donde compite. Tiene a rivales muy fuertes como la brasileña Aun estoy aquí de Walter Salles, The Seed of a Sacred Fig producción alemana hablada en farsi dirigda por Mohammad Rasoulof  y la lituana Flow de Gints Zibalodis; sin contar a Emilia Pérez a quien le pueden otorgar este premio como consuelo.

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