Flow

 La animación europea, sobre todo la de Europa Oriental tiene una larga tradición animada que viene desde hace varias décadas. Países como Polonia, Chequia (ex República Checa), Letonia, Estonia entre otros han elaborado reconocidas obras de animación que lamentablemente no hemos podido ver acá, por la enorme presencia oligopólica hollywoodense, que apenas deja espacio a producciones japonesas (aunque casi solo Ghibli) y en menor grado hispanoamericanas.

Por eso ha sido una enorme y agradable primero el estreno y luego el Oscar al mejor film animado a Flow, una película del letón Gints Zibalodis, quien antes solo tenía un largo y unos cortometrajes en su haber. Realizada con un software libre y poco más de tres millones de euros (frente a los cientos de millones de dólares que cuestan los productos de Pixar o Dreamworks), la película se impuso a pesar de la enorme competencia.

El argumento de Flow es muy simple: hay una enorme inundación que pone en peligro la vida de varios animales (entre los que destaca un gato), en un bosque y ellos hacen hasta lo imposible por sobrevivir, navegando en botes y barcos hasta llegar a un lugar seguro, no sin antes sortear una serie continuada de peligros.

Lo primero que destaca de Flow es la originalidad de su trazo: si bien es muy realista al mostrar los bosques, plantas, y los movimientos de los animales, estos lucen inacabados, como si los viéramos siempre de lejos y no pudiéramos observar detalles de su rostro o de su pelaje. Esto le da a la película un toque distintivo que hace que no se parezca nada a la animación que estamos acostumbrados a ver: ni las producciones hollywoodenses, ni las japonesas.

Otro signo propo de Flow es la enorme "movilidad de la cámara"; si bien en el cine de animación no existen movimientos de cámara como los del cine live action, el software actual para animación permite emular paneos, giros o movimientos similares a las grúas o drones. Zilbalodis aprovecha este recurso para darnos perspectivas prácticamente 360° de todos los movimientos de los personajes, y esto aumenta la sensación del espectador de encontrarse con ellos por ejemplo en las continuas caídas al agua.



Otro rasgo en el que el cineasta letón se aleja de la animación tradicional es que se aleja de la humanización de los personajes: estos no tienen en ningún momento rasgos físicos humanos, ni siquiera hablan, porque en la película no hay diálogos, solo los sonidos naturales que emiten perros, gatos, lémures, capibaras, ballenas o aves secretarias.

Usualmente la música en los filmes animados suele ser estridente, imponente, acompañan metraje sinteizado o construye momentos donde los personajes cantan y/o bailan. En Flow la música compuesta por el mismo Zilbalodis junto a Rihars Zalupe, acompaña casi toda la película, pero apena se siente. Son temas que imitan el ruido del agua, el oceáno, la lluvia o el viento, y se complementa muy bien con ellos, logrando que el espectador se compenetre más con la trama.

En las escenas oníricas o en el único momento que la cinta rompe con el realismo, la música adquiere recién mayor presencialidad, dotando las escenas de una atmósfera de ensoñación.

En definitiva nos atrevemos a afirmar que Flow es una de las mejores películas de animación que hemos visto al menos en los últimos 10 años y ha sido una suerte que haya podido llegar hasta nosotros. Ojalá sus premios le abran las puertas a toda esa importante animación europea que se mantiene en gran parte invisible para nosotros.



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