Los Fabelmans
Steven Spielberg el cineasta que deslumbró a medio mundo con Jaws (1975), con apenas 29 años y que luego se anotó éxito tras éxito, recibiendo el apodo de Rey Midas de Holywood por sus taquilleros ingresos, iba a ahora a contarnos una historia sobre su infancia, más o menos eso es lo que dijeron la noticias cuando se terminaba el rodaje de Los Fabelman (The Fabelmans, 2022), el breve período de tiempo en la vida de una familia judía, en el que el primogénito termina convirtiéndose en cineasta.
Tras leer esa noticia, uno ve la película buscando al personaje que estará basado en el director y viendo también cuál o cuáles fueron los momento decisivos en los que finalmente terminó optando por el cine, en lugar de seguir en la universidad y terminar como su padre.
Y desde el inicio, cuando vemos que el pequeño Sam, en New Jersey 1952 va al cine por primera vez con sus padres, quienes lo llevan a ver la película de Cecil B. De Mille The Greatest Show on Earth, parecería que se trata de una biopic del realizador. El inicio, nos trae recuerdos de otro film basado en vivencias de la infancia: Radio Days (1987) de Woody Allen.
Pero a medida que va avanzando la película (y lo hace muy rápido en estos primeros momentos), la trama principal va siendo opacada por la trama secundaria centrada en los problemas maritales de los Fabelman; tanto así quel personaje de Mitzy, la madre, desplaza casi por completo al del pequeño Sam, debido principalmente al buen trabajo de la siempre eficiente Michelle Williams, quien trata de darle todos los matices, a un personaje ya de por sí complejo.
Felizmente, antes de terminar la primera hora irrumpe en escena el veterano Judd Hirsch (nominado también al Oscar, como mejor actor de reparto), y aunque el tío Boris aparece solo unos minutos, su presencia es crucial para volver a encauzar el film a su camino y para levantar una historia que ya se estaba cayendo. Esa escena lo tiene todo: horror, comedia, drama, tragedia y confirma lo buen actor que es Hirsch.
Luego salta de algunos momentos cómicos a otros más dramáticos, siempre entre la vocación de Sam y los problemas de su madre, hasta que llegamos al final. Hasta aquí, aparte de la llegada del tío, tampoco hemos nada extraordinario, hasta llegar al epílogo, y bueno... ¡qué epílogo!, esa escena aparte de cerrar magníficamente el film (uno de los mejores finales que ha hecho Spielberg), nos retrocede a un Hollywood de gloria, que un joven Spielberg todavía alcanzó a ver. No diremos más para no echarles a perder ese momento.
Técnicamente es impecable: la fotografía de Janusz Kaminski (imitando los tonos technicolor del cine de los 50 y luego los del Eastmancolor de los 60), la siempre eficaz música de John Willliams, la edición de Sarah Broshar y Michael Kahn, la dirección artística de Andrew Max Chan, entre otros logran que el producto mantenga una calidad a la que nos tiene acostumbrados Spielberg.
Pero la historia no termina de convencer, a nuestro juicio parece algo desequilibrada, aunque esto no termine arruinando el film.
En conclusión si bien The Fabelmans no está entre las mejores películas del Rey Midas, ni se trata tampoco de una obra maestra, contiene dos momentos de gran cine que la hacen prácticamente inolvidable y ya solo por esos momentos vale la pena verla.
Nominada a 7 óscares, quizá se lleve uno o dos, pero bastante difícil que se lleve el de mejor película, sobre todo con tanta competencia.
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