Semblanza de Sir Hopkins

 Anthony Hopkins es una de las caras que más recuerdo del mundo del cine, me llamó la atención desde los primeros momentos, un tipo con ojos grandes, rostro distraído y mirada perdida, que siempre le confería un aire especial a los papeles que interpretaba: siempre parecían de mayor edad a la que él tenía.

Aunque debo precisar que no fue en el cine donde lo vi por primera vez sino en una producción para la televisión: la serie QBVII, basada en un best seller de Leon Uris, y con la participación de Lee Remick y Ben Gazzara, Hopkins era un médico polaco muy reconocido por su labor humanitaria, quien al parecer tenía un pasado oscuro con los nazis.

Su rostro fue clave para aportarle al personaje la ambivalencia que necesitaba y deja dudas hasta el final en el espectador.

La otra fue una producción de tv más famosa: The Lindbergh Kidnapping Case (El Secuestro del hijo de Charles Lindbergh), miniserie de 3 capítulos estrenada en 1976 y que se llevó el premio Emmy a la mejor actuación, justamente entregado a Anthony Hopkins por su caracterización de Bruno Hauptmann, el alemán simpatizante de los nazis que fue acusado y condenado por el crimen, sin que todos quedaran convencidos. 

Una vez más su actuación fue vital para la serie, al encarnar un personaje extraño, ausente, taciturno, pero que al mismo tiempo no parecía estar detrás de un crimen tan macabro.



Posteriormente lo pude ver ya en pantalla grande en la superproducción bélica A Bridge too Far (Un puente demasiado lejos, de 1977), cinta que detallaba una operación aliada en Holanda (llamada Market Garden) que fracasó. Encarna allí al teniente coronel Frost, pero pasa algo desapercibido en medio de un filme coral,  con múltiples estrellas del reparto: Dirk Bogarde, Michael Caine, Sean Connery, Lawrence Olivier, Robert Redford, Gene Hackman, Ryan O'Neal, Elliout Gould, Hardy Krüger, Maximilian Schell y Liv Ullman.

En 1980 tuvo su primer papel importante en una película que hoy es considerada una joya: The Elephant Man (El Hombre Elefante), una de las pocas películas no surrealistas de David Lynch, en la que encarnaba al doctor Frederick Treves, la persona que logra ver la gran humanidad que tenía el deforme personaje de Joseph Merrick.

Identificado totalmente con Merrick, Hopkins dota a su personaje de una gran hidalguía y ética, capaz de enfrentarse a todo, con tal que se respete a su paciente.

A pesar del gran éxito de la película, sus trabajos en el cine se fueron espaciando y durante casi todos los ochenta tuvo que regresar a la televisión y luego a Inglaterra, donde pensó que pasaría sus últimos días interpretando a Shakeaspeare.

Hasta que llegó 1990 y con ella una gran oportunidad: encarnar al siquiatra y asesino en serie Hannibal Lecter, un papel que había sido rechazado por el gran Gene Hackman y que había sido interpretado antes sin mucho éxito por Brian Cox en la cinta de 1986 Manhunter. El título de la cinta sería El Silencio de los Inocentes (The Silence of the Lambs, en España se mantuvo la traducción exacta, corderos en lugar de inocentes, incompresible e inncesario cambio en el estreno latinoamericano).

De esos 17 minutos que aparece en la película, se han dicho y se seguirán diciendo muchas cosas, lo cierto es que Hopkins parecía ser consciente de que está era su oportunidad definitiva y se esforzó mucho por brindarnos algo que no olvidaríamos jamás.

Son increíbles los duelos (los famosos Quid pro Quo) que tiene tras las rejas con Clarice Sterling (intrepretada  por una Jodie Foster también en estado de gracia), una cadete de policía que se deja diseccionar mentalmente para obtener alguna pista que le permita dar con otro asesino en serie.

En esos encuentros ha pasado a la posteridad la admisión de canibalismo por parte de Lecter, con su  horrorosa descripción sonora y la famosa creación del signo semiótico del llanto de los corderos (a la que alude al título original y se pierde en la traducción latinoamericana).

Finalmente su escape de la jaula a la que llega tras un traslado, nos muestran a un personaje que a pesar de sus buenos modales, su hablar académico, su cultura y su sensibilidad por el arte, es al mismo tiempo un monstruoso y brutal asesino, capaz de cualquier cosa por obtener sus fines.

Ninguno de los otros actores (y han habido algunos muy buenos) que han interpretado a Lecter nos ha hecho sentir el horror y a la vez el atractivo que emana de un personaje tan complejo como la de este perturbado siquiatra.

El éxito de la películla lo llevaría a una precuela y a una secuela, que a pesar de ser bastante aceptables no tuvieron ni el éxito ni el nivel de The Silence of the Lambs.

Luego le lloverían los papeles algunos muy británicos como Howard's End o The Remains of the Day y otros de personajes históricos como Nixon, John Quincy Williams,  John Kellog, Alfred Hitchcock, o incluso el Papa Benedicto XVI, por la que obtuvo otra nominación al Oscar.

También participaría en cintas de acción y entretenimiento como La Máscara del Zorro, Tor, y hasta en Transformers: The Last Knight, películas en las que se cuenta anotaba en los guiones las siglas NRA (No Acting Required, es decir, no se necesita actuar),

Cuando temíamos que a Hopkins le ocurriría algo parecido a Robert De Niro, de repente nos sorprende con ese enorme papel de Anthony, en The Father, cinta basada en la obra teatral de Florian Zeller, dramaturgo y escritor francés que debuta en el cine.

En The Father, Hopkins es la película, pues a pesar que es acompañado por un muy buen elenco de actrices, es su increíble actuación que cuenta con un enorme repertorio de matices, la que hace que nos zambullamos totalmente en la historia y en la atribulada psique de su protagonista.



Como lo dijimos en nuestro comentario de esa cinta para el Oscar, hubiera sido muy injusto que Hopkins se vaya con las manos vacías por esa enorme actuación, probablemente la última gran actuación de su carrera. Y hasta él parecía resignado a no ganar nada, porque ni siquiera fue a la ceremonia.

Felizmente no fue así, y en una de las pocas sorpresas de la ceremonia más fúnebre y deslucida de los últimos tiempos, Hopkins fue anunciado como ganador.

Nos perdimos de su discurso esa noche, pero felizmente la magia de las redes sociales nos lo trajo al día siguiente con unas magníficas palabras y baile incluido.

Ha sido el actor de más edad en ganar un Oscar y ojalá el tiempo y las circunstancias nos permitan verlo recibiendo la estatuilla una vez más, y esta vez ya agradeciendo en una ceremonia a lo grande, en un enorme teatro repleto de gente, sin virus y sin pandemia.

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