La Sustancia

Coralie Fargeat (París 1976), es una directora que tiene todavía pocos títulos en su haber, de ellos destacan el corto Reality (2014), el episodio "Coleccionistas" de la serie de Netflix The Sandman (2022) y su primer largo Revenge (2017), que tiene algunos puntons en común con Kill Bill.

En La Sustancia (The Substance, 2024), vuelve a elegir el tema de la tecnología, la tiranía de las apariencias, el culto a ciertos cánones de belleza y la transformación del cuerpo, ya presentes en Reality, solo que esta vez desarrollados con mucho más detalle y exageración.

A simple vista, es una versión retorcida e in extremis de El Retrato de Dorian Gray, el gran relato de Oscar Wilde, solo que en lugar de Dorian tenemos a Elisabeth Sparkle (Demi Moore) una actriz madura venida a menos, que está a punto de ser despedida de su programa de televisión.

El diablo (o al menos uno de sus seguidores) sería un enfermero que la atiende en una consulta y le recomienda The Substance, un nuevo químico que devuelve la juventud y ofrece "una mejor versión de ti misma" y le entrega material promocional. Elisabeth primero desecha la publicidad del compuesto, pero luego lo recoge de la basura y tras llamar al número del aviso recibe luego una tarjeta con un número y una dirección. Ella acude y se sorprende de encontrarse en un lugar vacío, casi ruinoso y abandonado, con desconfianza, allí recogerá los productos.



En su casa recibirá por celular las instrucciones que son bastante específicas e indica claramente lo que no se debe hacer. Como en toda película de terror, ya sabemos que este punto se ignorará y todo terminará por salirse poco a poco de control.

La directora representa el colorido mundo de Hollywood, en Los Ángeles, con días soleados y amplias avenidas llenas de las famosas palmeras. Pero los interiores son más misteriosos: están llenos de largos pasillos, con puertas, todo pintado con colores brillantes. A medida que avanza la película estos pasillos parecerán cada vez más largos. Existen también abundantes espejos (claves para mostrar la evolución de las transformaciones) y enormes ventanales donde se aprecian siempre enormes avisos en vallas.

La motivación de los personajes es también muy simple: Sparkle es la típica actriz que no quiere aceptar que pasaron sus mejores días, su nuevo yo, Sue es la jovencita que sabe lo que tiene y lo explota al máximo y Harvey es el típico magnate hollywoodense básico, bruto y despiadado que solo quiere ganar más dinero.

Todos ellos están muy bien encarnados por Demi Moore, Margaret Qualley (a quien vimos brillar recientemente en Clases de Gentileza) y Dennis Quaid. Aunque de los tres, Moore es la que destaca más porque su personaje sufre la mayor parte de los problemas de la película: tanto en la primera parte cuando parece asumir resignada su destino, como en la siguiente cuando empieza a perder el control y se queja de que siempre le toca la peor parte. Ella es el pilar en la que se apoya todo el peso del film.

Fargeat retrata a los personajes femeninos en planos enteros, donde se destaca su belleza corporal (y luego su inevitable descomposición) y al personaje de Quaid en primeros o primerísimos planos, donde su monstruosidad (porque el tipo es realmente una joyita) se revela en toda su magnitud. Un ejemplo de esto es la escena donde el está almorzando con Elisabet y se engulle un langostino tras otro, previa embadurnada en abundante mayonesa. Lo de "no se habla con la boca llena", no funciona para él.

Hasta aquí la película funciona como una fábula, pero luego nos va introduciendo en las olas del body horror, subgénero  que explora los límites y capacidades transformadores el cuerpo humano. Aquí, en esta historia, tienen un rol especial no solo las tomas de sangre, miembros envejecidos, o huesos entumecidos, sino también los clarísimos sonidos que las acompañan haciendo de estos encuadres una experiencia repelente completa.

La directora no oculta sus referentes para nada, en la primera parte son evidentes sus citas a Kubrick, Zulawski, Lynch...para en la segunda parte recordarnos al David Cronenberg de La Mosca (1981) y sobre todo el Brian de Palma de Carrie (1979). Si llegaron a esta última parte, hay que advertir que se necesita todo el esfuerzo necesario para seguir mirando la pantalla.

Finalmente interesante la forma cómo Fargeat cierra la historia: con la misma estrella de Hollywood con la que abre, metáfora clarísima de cómo Hollywood, literalmente exprime a sus estrellas hasta sacarles la última gota.

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