Album de Familia

Joel Calero (Lima, 1968) cierra con esta película la llamada “trilogía de la memoria”, que inició en el 2016 con La Ultima Tarde y continuó el año pasado con el estreno de La Piel más temida, y que sin ser precuelas o secuelas una de la otra, tienen como punto en común las heridas y rezagos que dejaron los años del terrorismo en algunas personas y que son examinados décadas después.

Si en La última tarde fuimos testigos del reencuentro de una pareja de ex terroristas que se vuelven a ver en un juzgado para tramitar su divorcio, y en La piel más temida conocimos a Juana, una joven quien al regresar de Europa a ver temas de su herencia se entera que su padre acusado de pertenecer a Sendero Luminoso aún vive, en Álbum de Familia, el protagonista es Alex, un joven historietista, quien una tarde revisando con su hermana un cuarto con cosas viejas, descubre unas fotografías, que le harán cuestionarse la idea que tenía sobre quiénes eran sus padres.

La película decolorizada al blanco y negro, y cinematografiada en planos fijos a manera de fotografías antiguas, inicia con un plano general de una familia aparentemente feliz, compartiendo alegremente una cena y recuerdos. Están allí Alex, Marina su esposa, Titi su hermana, su padre militar, su hermano menor y su madrastra. En ese momento reciben una llamada de una tía para que vayan a la casa de su madre a desocupar un cuarto que quieren alquilar.



Es justamente en ese cuarto en el que van apareciendo estas fotografías, en la primera ocasión algunas de su madre e las que se enteran que tuvo otra pareja y luego más adelante revelando unos rollos, aparecen unas fotografías antiguas del padre haciendo una redada a campesinos, que se ve que termina muy mal para estos últimos.

La reacción de ambos hermanos cuando ven las fotografías ejemplifica muy bien dos posiciones comunes existentes en nuestra sociedad sobre hechos del pasado: unos tratan de seguir investigando para encontrar la verdad y otros tratan de negarlo todo u obviarlo porque son “cosas que ya pasaron” y que “pueden hacer daño a la familia”.

En este caso es Alex es quien opta por descubrir la verdad y se embarca en una búsqueda del pasado, contrariando a los consejos de su hermana. Primero tendrá que confrontar a su madre, de la que ha estado alejado un buen tiempo y luego realizará un viaje para buscar a Sabina, la mujer que ayudó  a criarlo cuando era niño.

La escena que ocurre en el poblado de Sabina, es la mejor de la película: en un tono sobrio, contenido, empleando el silencio en lugar de la música, somos testigos junto a Alex de las horribles verdades que se habían ocultado hasta el momento sobre su padre y nos cuesta asimilarlas casi tanto como él.

Una vez más Calero demuestra que es un buen director de actores y además de su buena mano para dirigirlos se ha rodeado de varios que destacan en sus papeles como Emanuel Soriano como Alex, María Fernanda Valer como Tití, Camila Ferrer como Marina, y por supuesto el experimentado Lucho Cáceres como el papá militar.

Pero de todas ellos nos deslumbró Natalia Torres Villar, a quien hace tiempo no veíamos en un papel protagónico. Con su rostro endurecido, inerte casi sin expresiones y una voz monótona, representa a la perfección a una madre que ha sufrido lo indecible durante años y a la que prácticamente no le quedan ya lágrimas para llorar.

Además de las actuaciones, destaca también la fotografía de Llano ABC, que compone e ilumina prácticamente cada cuadro de la película de manera notable, haciéndonos olvidar de la poca movilidad de la cámara.

Si algo habría que reprocharle a la película es el final, que parece algo acelerado y rompe un poco con la cadencia de imágenes que nos había acostumbrado el film hasta ese momento, pero es un detalle que no afecta para nada una película que creemos es la mejor de su director, hasta el momento.

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